Un mundo donde los niños (como los que aquí habitan), no necesitan una tablet, ni un celular, porque les hace felices poder jugar y correr con la arena bajo sus piecitos, y andar en bici sin zapatos.
Un sitio en el que ya disfrutan al aire libre, sin encerrarse, junto a la compañía de sus afectos, que les dedican su atención plena, libre de distracciones.
Un lugar donde nadie te juzga (ni tú a los demás) por andar en sandalias, o simplemente descalzo. Por dejar que sea el viento (y no un cepillo) el que peine tu cabello. Por vestir ropas más cómodas y frescas. Por no llevar más maquillaje que un bonito bronceado.
Un lugar donde no necesitas ir a un antro para sentir que vas de fiesta, sino que la fiesta se arma según la vibra del momento y alguno, inspirado, saque una guitarra y rasgue algunas canciones, y otro animado, traiga unas bebidas a la banda para seguir el buen rollo improvisado.
Un lugar en el que comprendes que la vida también se vive a gusto cuando se da espontáneamente, y que está bien si no hay plan (y que eso también es un buen plan). Que el mar a veces amanece en calma y otras veces, el viento lo invita a jugar y se revuelcan (y te revuelcan). Como la vida misma. Y que de igual manera todo conserva su belleza. Que podrás tener control sobre algunas cosas en tu vida, pero no sobre el canto de las aves, ni de la forma de las nubes, y así, te vas rindiendo a la naturaleza (y a tu naturaleza) y vuelves a ser parte de ella y entiendes que debes cuidarla, respetarla, y conservarla.
Un lugar donde aprendes a apreciar el silencio, los ritmos y ciclos naturales, donde la gente se ha hecho consciente y entiende que es su responsabilidad cuidar y hacer cuidar el ambiente, por su gente, por los que vienen.
Un lugar donde se respira abundancia: de compartir experiencias, de ver animalitos de todo tipo y escuchar sus sonidos, de tranquilidad, de buena vibra, de poder disfrutar del mar y el buen clima todo el año, y a cada tanto.
Un lugar donde se disfruta y se goza de la sencillez de sentarte a una mesa bajo la sombra un árbol y platicar con otros y compartir un poco de su mundo y ellos del tuyo, de divertirte con un juego de mesa, como en tiempos que parecen un pasado muy lejano.
El mundo al que vamos ya está acá, en este pueblito pesquero de El Cuyo, esto es un estilo de vida y queremos compartirlo contigo, si estás listo y estás dispuesto.


