Prepárate para pasar unos días de conexión. Pero espera, no es por el WIFI. Es la conexión con la naturaleza. Al poner un pie en El Cuyo, este pequeño pueblo del estado mexicano de Yucatán, sentirás que has encontrado el encanto perdido de las grandes ciudades al conversar con la gente local, sencilla pero amable.
La brisa marina junto con el sonido refrescante de las palmeras traerá los más exquisitos aromas: de la cocina de cada casa y sus preparaciones coloridas y sabores exóticos y deliciosos, y de la frescura de los frutos tropicales y su dulzura característica. Al caminar unas pocas cuadras para ingresar a Casa Cuyo, te sentirás más que bienvenido con el saludo cálido de cada local que te encuentres de camino. Finalmente llegas y te recibe alguna hamaca en nuestro patio para que descanses a gusto antes de desempacar en la habitación de tu selección.
Tan sólo imagina ese momento, tumbado en esa hamaca, tus sentidos comenzarán a abrirse: escucharás el rumor del mar entremezclarse con el batir de las palmeras, y el canto de diversas aves endémicas que surcan el cielo, de un azul celeste y brillante que –piensas- jamás has visto. De súbito, un exquisito aroma proveniente de la cocina se cuela en el ambiente y te hace respirar más atentamente para ver si logras atinar qué ingredientes te resultan familiares.
Giras tu mirada en dirección a nuestro acogedor restaurant y justo en ese momento te avisan que tu mesa está servida. Con agrado y curiosidad, te sientas ante el festival de colores y olores que, humeantes y frescos, se presentan ante ti. No sabes por dónde empezar: todo luce delicioso y los sabores que vas experimentando sobrepasan lo que imaginabas. Se siente exótico, pero a la vez como en casa. Sientes que todo es delicioso: la brisa desintoxicante y sanadora del mar que hace que expandas tus pulmones en cada respiro, poder sentir la arena bajo tus pies mientras comes (sí, el piso en nuestro restaurant es de arena)… el consentimiento en su máxima expresión. Como postre (y sí, para cerrar la experiencia a tope), unos brownies recién salidos del horno harán lo suyo. Y con un aromático café como acompañante, si así lo quieres.
Aún en éxtasis, y con una sonrisa en tu cara (y en el alma), caminas con tranquilidad por los espacios acogedores de Casa Cuyo. Decides probar tu habitación y el ambiente es tan cómodo y agradable, que te entregas a una siesta vespertina. Despiertas un par de horas después, tomas un baño reconfortante y al salir de la habitación, observas que está por ponerse el sol. El cielo es todo un show de tonos naranja, amarillo, púrpura, y otros colores que ni te atreverías a identificar. Con ánimo, subes hasta la terraza, desde donde puedes apreciar con mayor comodidad el atardecer. Respiras complacido de tu elección.
Al caer la noche, tienes varias opciones: ir a caminar por el pueblo y conocer un poco más del sitio y sus encantos, o simplemente recargar energías en tu habitación para tus aventuras del día siguiente. Si gustas, puedes subir a nuestra terraza mientras te atendemos y te contamos qué hacer en tu estadía en El Cuyo, o incluso compartir con otros huéspedes.
Lo que te espera el resto de días que quieras quedarte es pura aventura o pacífica contemplación: dos paradojas que coexisten muy bien en El Cuyo, y que indican que las posibilidades de diversión y disfrute son amplias. Desde pasear a los cenotes y una increíble laguna de tonos rosados, observar los flamencos y aves que abundan en el lugar, hasta tomar clases de kitesurf o paddle en nuestra escuela local, entre hermosos tonos de azul del mar. Todo esto en tu compañía preferida: tus amigos, tu familia, tu pareja, o tú mismo.